16 septiembre 2016

ULTREIA

Nuevamente este año, se me ha concedido el regalo de ponerme las botas, ajustarme la mochila y ponerme a caminar.

Por segunda vez he realizado el Camino de Santiago.

Volver a ser "peregrina" por  una semana.

Durante una semana y de la mano de San Ignacio, he ido haciendo kilómetros desde Ourense a Santiago. A la vez que iba recorriendo mi vida con la experiencia de los Ejercicios Espirituales.

El Camino nos pone en camino.

La rutina diaria de la "liturgia" del Camino nos hace reencontrarnos con nuestra vida cotidiana, y nos prepara para la vida.

El Camino es toda una experiencia de CONTEMPLACIÓN, ya sea por los paisajes y caminos recorridos, como por el recorrido interior que se va realizando desde el silencio, la oración, La Palabra que acompaña.

Una vez más he podido constatar y agradecer la belleza que me rodea y que está presente en mi vida: Agradecer tanto, que a veces, puede pasar desapercibido:

Desde lo más vital, nunca mejor dicho como es:  LA VIDA, hasta la familia, las amistades, las cualidades (y limitaciones ) personales, la salud...

Cada día una se enfunda las botas, las amarra bien  y carga con la mochila dispuesta a hacer kilómetros...

En ese primer instante cuántas veces resuena en mi interior el himno de la liturgia:

 En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu,
salimos de la noche y estrenamos la aurora;
saludamos el gozo de la luz que nos llega
resucitada y resucitadora.

 Tu mano acerca el fuego a la tierra sombría,
y el rostro de las cosas se alegra en tu presencia;
silabeas el alba igual que una palabra,
tú pronuncias el mar como sentencia.

 Regresa, desde el sueño, el hombre a su memoria,
acude a su trabajo, madruga a sus dolores;
le confías la tierra, y a la tarde la encuentras
rica de pan y amarga de sudores.

 Y tú te regocijas, oh Dios, y tú prolongas
en sus pequeñas manos tus manos poderosas,
y estáis de cuerpo entero los dos así creando,
los dos así velando por las cosas.

 ¡Bendita la mañana que trae la noticia
de tu presencia joven, en gloria y poderío,
la serena certeza con que el día proclama
que el sepulcro de Cristo está vacío! Amén.


Descubrir en cada paso del Camino la Grandeza de la Creación, del Creador y desde ahí alabar, bendecir y servir. ( [23] Principio y Fundamento. EE.EE).

Cada día cargar con la mochila, que se hace una contigo, supone: acoger, ajustar, agarrar, sostener... la vida entre tus manos. Hacerte dueña de lo que es tu vida y asumir su "peso" ligero o pesado.

Pero dar gracias por la "mochila" que es tu vida... el bagaje que tantas experiencias me ha llevado a ser quien soy.
Dar gracias por cada amanecer, cada paso, cada color, sonido, silencio. Por el aire, la brisa, la sombra, el rocío, el frío o el calor que acompañan cada tramo.

Por la naturaleza y por los frutos recibidos, por los pájaros, los caballos, los perros, las vacas... "Loado seas mi Señor", por la Hermana Madre tierra, la naturaleza.


Ayuda a reflexionar acerca del trato que estamos teniendo con ella. Y nos recuerda la Encíclica "Laudato Si" de nuestro hermano mayor Francisco.

Pero ante todo el Camino es COMUNIÓN, comunión con todo... pero se descubre nuevamente con toda su belleza y en la mejor de sus expresiones la HUMANIDAD, la HERMANDAD, la FRATERNIDAD.

Tantos tramos compartidos con peregrinos de otras lenguas, naciones, condiciones... Allí no hay distinción alguna. Todos PEREGRINAMOS bajo un mismo cielo, pisando una misma tierra.

Todos nos hermanamos en gestos de respetos, ayuda, solidaridad, cercanía. Tramos compartidos, comidas y cenas compartidas, gestos de acogida. Entendimiento pese a no hablar el mismo idioma.

Saberte recibida al llegar al albergue, atención prestada en momentos de debilidad.

La humanidad recupera su mejor versión...
Virgen del Monasterio de Oseira 

Pueblos y gentes solidarias y acogedoras a lo largo del trayecto.

Cada paso andado este año era un motivo de agradecimiento por tantas experiencia vividas, por momentos pasados.

Cada paso, cada silencio, cada Palabra... cargada de sentido, de motivación para continuar hasta la meta; que es el propio camino.

En el Camino una vez más descubro que no hay prisa, que EL MISMO CAMINO ES LA META. No hay reto, no hay horario, es el hecho de caminar, haciendo del propio CAMINO disfrute, aventura, gozo.

Dejarme sorprender para agradecer. También derramar más de una lágrima; quizá de alegría o de dolor. De emoción ante tanta experiencia difícil de plasmar en palabras que solo el silencio puede acoger y expresar.



Termino el Camino dando una vez más gracias a Dios, por tanto bien recibido.




(pulsa sobre la imagen)





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