21 septiembre 2008

MARÍA MAGDALENA

También yo quiero ser una "loca", como la Magdalena.

Eterna enamorada de Jesús, que le hace decir palabras incoherentes, en el huerto... el amor ciega su razón, le hace perder la cabeza... "¡Señor, si tú te lo has llevado dime dónde le has puesto, y yo me lo llevaré!". ¿Acaso iba a cargar con el cuerpo de Cristo muerto...?

Quiero ser loca como ella: la primera en anunciar que Jesús vívía, ella... mujer, lleva el mensaje de la Resurrección a los discípulos...

María, la de los gestos sencillos y profundos de AMOR a Jesús..., y ahora se lo volvía a demostrar... tres días..., ¡eso fue lo que le pareció a ella....! las horas se hacen eternas, cuando esperamos a la persona amada...

Ella fiel en todo momento, permaneció al pie de la cruz, junto a la madre... frente al sepulcro con su corazón lleno de amor, sanado por el Amor, no hacía falta la presencia de nadie más, ella tenía la certeza en su interior: Jesús volvería.

Así quiero responderte Jesús, con prontitud, desde el sentirme mujer en tu presencia, en silencio, en escucha atenta a cualquier signo de tu Presencia... para poder reconoce tu voz diciendo: ¡¡María!!
¡Cuántas veces doy vueltas sin reconocerte, hasta que pronuncias mi nombre!, y vuelvo a Tí, como a mi casa... lugar de donde nunca debí salir.
Hoy, para rondar la puerta de vuestro santo costado,
Señor, un alma ha llegado de amores de un muerto muerta.

Asomad el corazón, Cristo, a esa dulce ventana,
oiréis de mis voz humana una divina canción.

Muerto estáis, por eso os pido el corazón descubierto,
para perdonar despierto, para castigar dormido.
Si decís que está velando cuando vos estáis durmiendo,
¿quién duda que estáis oyendo a quien os canta llorando?

Y, aunque él se durema, Señor, el amor vive despierto;
que no es el amor el muerto, ¡vos sois el muerto de amor!

Que, si la lanza, mi Dios, el corazón pudeo herir,
no pudo el amor morir, que es tan vida como vos.

Anduve de puerta en puerta cuando a vos no me atreví;
pero en ninguna pedí, que la hallase tan abierta.

Pues, como abierto os he visto, a Dios quiese entrar por vos:
que nadie se atreve a Dios, sin poner delante a Cristo.

Y aun éste, lleno de heridas, porque sienta el Padre eterno
que os cuestan, Cordero tierno tanta sangre nuestras vidas.