10 octubre 2008


Ve plácidamente entre el ruido y la prisa...

Recuerda que la paz puede estar en el silencio.
Sin renunciar a ti mismo, esfuérzate por ser amigo de todos.

Di tu verdad, quietamente, claramente.
Escucha a los otros, aunque sean torpes e ignorantes:
cada uno de ellos tiene también una vida que contar.

Evita a los ruidosos y agresivos, porque ellos denigran el espíritu.
Si te comparas con los otros puedes convertirte en un hombre vano y amargado;
siempre habrá cerca de ti alguien mejor o peor que tú.

Alégrate tanto de tus realizaciones como de tus proyectos.
Ama tu trabajo, aunque sea humilde; es el tesoro de tu vida.
Sé prudente en tus negocios,
porque en el mundo abundan las gentes sin escrúpulos.
Pero que esta convicción no te impida reconocer la virtud;
hay muchas personas que luchan por hermosos ideales;
y dondequiera, la vida estás llena de heroismo.

Sé tu mismo.
Sobre todo no pretendas disimular tus inclinaciones.
No seas cínico en el amor,
porque cuando aparece la aridez y el desecanto en el rostro,
se convierte en algo tan perenne como la hierba.
Acepta con serenidad el consejo de los años
y renuncia sin reserva a los dones de la juventud.
Fortalece tu espíritu,
para que no te destruyan inesparadas desgracias.
Pero no te crees falsos infortunios.

Muchas veces, el miedo es producto de la fatiga, y la soledad.
Sin olvidar una justa disciplina, sé benigno contigo mismo.
No eres más que una criatura en el universo,
no menos que los árboles y las estrellas;
tienes derecho a estar aquí.

Y, si no tienes ninguna duda, el Mundo se desplegará ante tí.
Vive en paz con Dios, no importa como lo imagines;
sin olvidar tus trabajos y aspiraciones,
mantente en paz con tu alma,
pese a la ruidosa confusión de la vida.
Pese a tus falsedades, penosas luchas y sueños arruinados,
la Tierra sigue siendo hermosa.
Sé cuidadoso.
¡Lucha por ser feliz...!

"Escrito fechado en 1692.
Hallado en la lápida de una tumba
en la vieja capilla de San Juan Baltimore".


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