05 julio 2015

CALLAR AL PROFETA

Marcos 6, 1-6


"En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: "¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?" Y esto les resultaba escandaloso. Jesús les decía: "No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa" No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando."





Reflexión personal... 

         A veces nos dejamos llevar por las opiniones y decisiones de otros, no nos permitimos ser nosotros mismos por mantener una imagen, un reconocimiento, una posición.
         Jesús se manifiesta TAL CUAL ES, sin temor a ser rechazado, ni abandonado por sus más íntimos. SU ÚNICO CRITERIO ES DAR A CONOCER EL MENSAJE DE AMOR DEL PADRE PARA TODOS SUS HIJOS.
         Desde ahí no le importa ser tenido por loco, borracho, abandonado.
         Cómo me siento ante los comentarios ajenos, frente a mis actitudes, actuaciones, maneras de pensar.
         Qué me enseña Jesús con su manera HUMILDE DE ACTUAR, DE COMPORTARSE...
         Su silencio, sus palabras, su profecía: mensaje para todos... de BUENA NOTICIA, que al ser para todos, no TODOS aceptan que sea así. Algunos desean la condena o el mal para quienes "son diferentes" por distintas causas, a los ojos de la sociedad, o de lo bien dicho, visto...
¿Dónde me encuentro yo? ¿Necesito pedirle a Jesús que toque y cambie mi corazón, mi mente, mis pensamientos, mis actitudes?


PARÁBOLA

DE LA VERDADERA Y PERFECTA ALEGRÍA


El mismo fray Leonardo refirió allí mismo que cierto día el bienaventurado Francisco, en Santa María, llamó a fray León y le dijo: «Hermano León, escribe». El cual respondió: «Heme aquí preparado». «Escribe –dijo– cuál es la verdadera alegría. Viene un mensajero y dice que todos los maestros de París han ingresado en la Orden. Escribe: No es la verdadera alegría. Y que también, todos los prelados ultramontanos, arzobispos y obispos; y que también, el rey de Francia y el rey de Inglaterra. Escribe: No es la verdadera alegría. También, que mis frailes se fueron a los infieles y los convirtieron a todos a la fe; también, que tengo tanta gracia de Dios que sano a los enfermos y hago muchos milagros: Te digo que en todas estas cosas no está la verdadera alegría. Pero ¿cuál es la verdadera alegría? Vuelvo de Perusa y en una noche profunda llegó acá, y es el tiempo de un invierno de lodos y tan frío, que se forman canelones del agua fría congelada en las extremidades de la túnica, y hieren continuamente las piernas, y mana sangre de tales heridas. Y todo envuelto en lodo y frío y hielo, llego a la puerta, y, después de haber golpeado y llamado por largo tiempo, viene el hermano y pregunta: ¿Quién es? Yo respondo: El hermano Francisco. Y él dice: Vete; no es hora decente de andar de camino; no entrarás. E insistiendo yo de nuevo, me responde: Vete, tú eres un simple y un ignorante; ya no vienes con nosotros; nosotros somos tantos y tales, que no te necesitamos. Y yo de nuevo estoy de pie en la puerta y digo: Por amor de Dios recogedme esta noche. Y él responde: No lo haré. Vete al lugar de los Crucíferos y pide allí. Te digo que si hubiere tenido paciencia y no me hubiere alterado, que en esto está la verdadera alegría y la verdadera virtud y la salvación del alma.»


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