Rincón para el ENCUENTRO, a través de la escritura, la reflexión y el Evangelio. (Jn.21,25)
26 noviembre 2008
La vocación NO es el camino
de los que han nacido serios y formales.
SI la senda de quienes se han formalizado
SI la senda de quienes se han formalizado
y han tomado en serio la vida.
La vocación NO es el camino
La vocación NO es el camino
de los que han nacido santos.
SI el áspero sendero de los que quieren serlo, aunque saben que hay que luchar
SI el áspero sendero de los que quieren serlo, aunque saben que hay que luchar
todos los días para conseguirlo.
La vocación NO es el camino de los que regatean y miden sus obligaciones para con Dios y los demás.
La vocación NO es el camino de los que regatean y miden sus obligaciones para con Dios y los demás.
SI de los que siguen voluntariamente
los consejos de Jesús.
La vocación NO es el camino de los egoístas que sólo miran hacia sí mismos.
SI de los generosos que en todo momento miran al pobre y comparten.
La vocación NO es el camino de los que quieren hacer un favor a Dios.
SI de los que corresponden agradecidos al inmenso favor
La vocación NO es el camino de los egoístas que sólo miran hacia sí mismos.
SI de los generosos que en todo momento miran al pobre y comparten.
La vocación NO es el camino de los que quieren hacer un favor a Dios.
SI de los que corresponden agradecidos al inmenso favor
que Dios les hace llamándoles a su servicio.
La vocación NO es el camino de los que no valen para el mundo de los negocios.
SI de los que renuncian para dedicarse al único negocio importante:
La vocación NO es el camino de los que no valen para el mundo de los negocios.
SI de los que renuncian para dedicarse al único negocio importante:
la liberación propia y la de los demás.
La vocación NO es el refugio de los que no sienten inclinación al matrimonio.
SI el lugar de los que quieren construir la gran familia de Dios.
La vocación NO es el camino de los que temen.
SI de los que se lanzan ardientemente a comunicar el amor a otros.
La vocación NO es el camino de los autosuficientes y satisfechos.
SI de los pobres y hambrientos de Dios y de entrega generosa.
La vocación NO es el camino de los que confían en sus propias fuerzas.
SI de los que se apoyan constantemente en Dios y en el otro.
La vocación NO es el arte de vivir sin trabajar.
SI la consagración de un abnegado y desinteresado trabajo
SI el lugar de los que quieren construir la gran familia de Dios.
La vocación NO es el camino de los que temen.
SI de los que se lanzan ardientemente a comunicar el amor a otros.
La vocación NO es el camino de los autosuficientes y satisfechos.
SI de los pobres y hambrientos de Dios y de entrega generosa.
La vocación NO es el camino de los que confían en sus propias fuerzas.
SI de los que se apoyan constantemente en Dios y en el otro.
La vocación NO es el arte de vivir sin trabajar.
SI la consagración de un abnegado y desinteresado trabajo
para el bien y la liberación del hermano.
La vocación NO es una retirada vergonzosa, una huida cobarde.
SI el sendero de los que se incorporan a la primera fila del frente del Reino para seguir construyéndolo al estilo de Jesús.
La vocación NO es una retirada vergonzosa, una huida cobarde.
SI el sendero de los que se incorporan a la primera fila del frente del Reino para seguir construyéndolo al estilo de Jesús.
Cuentan que, como siempre, una vez se reunieron en un lugar de la Tierra todos los sentimientos y cualidades de los hombres; cuando el aburrimiento había bostezado por tercera vez, la locura, tan loca como siempre, les propuso: “ ¿Jugamos al escondite?”. La intriga levantó la ceja intrigada y la curiosidad, sin poder contenerse, preguntó: “¿al escondite? Y... ¿cómo es eso?”, es un juego –explicó la locura- en el que yo me tapo la cara y comienzo a contar desde uno hasta un millón mientras os escondéis, y cuando yo haya terminado de contar, el primero de vosotros que yo encuentre ocupará mi lugar para continuar el juego”.
El entusiasmo bailó secundado por la euforia, la alegría dio tantos saltos que terminó por convencer a la duda e incluso a la apatía a la que nunca le apetecía nada; pero no todos quisieron participar: la verdad no quiso esconderse, para qué si al final la iban a hallar, la soberbia opinó que era un juego muy tonto, pero en el fondo lo que le molestaba era que la idea no hubiera sido suya, y la cobardía prefirió no arriesgarse.
“Un, dos, tres,” –comenzó a contar la locura. La primera en esconderse fue la pereza que, como siempre, se dejó caer tras la primera piedra del camino, la fe, subió al cielo, y la envidia, se escondió tras la sombra del triunfo, que con su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol más alto; la generosidad casi no alcanzaba a esconderse, cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos: que si un lago cristalino ideal para la belleza; que si la sombra de un árbol, perfecta para la timidez; que si el vuelo de una mariposa, lo mejor para la voluptuosidad; que si una ráfaga de viento, lo mejor para la libertad... Así que terminó por ocultarse en un rayo de sol. El egoísmo, en cambio, encontró un sitio muy bueno desde el principio: ventilado, cómodo, pero eso sí, sólo para él. La mentira se escondió en el fondo de los océanos... ¡mentira!. En realidad se escondió detrás del arco iris, la pasión y el deseo en el centro de los volcanes; el olvido...el olvido se me olvidó donde se escondió, pero eso no es lo importante; cuando la locura contaba 999.999 el amor no había encontrado todavía sitio para esconderse pues todo se encontraba ocupado, hasta que divisó un rosal y enternecido decidió esconderse entre sus flores...
“Un millón”- contó la locura- y comenzó a buscar. La primera en aparecer fue la pereza, solo a tres pasos de la piedra; después escuchó a la fe discutiendo con Dios en el cielo sobre zoología, y a la pasión y al deseo los sintió en el vibrar de los volcanes... En un descuido encontró a la envidia y claro, pudo deducir donde estaba el triunfo; al egoísmo no tuvo ni que buscarlo, él solito salió disparado de su escondite que había resultado ser un nido de avispas... De tanto caminar sintió sed y al acercarse al lago descubrió la belleza; y con la duda resultó más fácil todavía pues la encontró sentada sobre una cerca sin decidir aún de qué lado esconderse. Así fu hallando a todos: el talento entre la hierba fresca, la angustia en una oscura cueva, la mentira, detrás del arco iris... y hasta al olvido que ya se había olvidado que estaba jugando al escondite; per sólo el amor no aparecía por ningún sitio. La locura buscó detrás de cada árbol, bajo cada arroyo del planeta, en la cima de las montañas, y cuando estaba a punto de darse por vencida divisó un rosal. Tomó una horquilla y comenzó a mover las ramas, cuando de pronto un doloroso grito se escuchó: las espinas habían herido en los ojos al amor, la locura no sabía qué hacer para disculparse: lloró, rogó, imploró, pidió perdón y hasta prometió ser su lazarillo.
Desde entonces, desde que por primera vez se jugó al escondite en la tierra, el amor es ciego y la locura lo acompaña.
El entusiasmo bailó secundado por la euforia, la alegría dio tantos saltos que terminó por convencer a la duda e incluso a la apatía a la que nunca le apetecía nada; pero no todos quisieron participar: la verdad no quiso esconderse, para qué si al final la iban a hallar, la soberbia opinó que era un juego muy tonto, pero en el fondo lo que le molestaba era que la idea no hubiera sido suya, y la cobardía prefirió no arriesgarse.
“Un, dos, tres,” –comenzó a contar la locura. La primera en esconderse fue la pereza que, como siempre, se dejó caer tras la primera piedra del camino, la fe, subió al cielo, y la envidia, se escondió tras la sombra del triunfo, que con su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol más alto; la generosidad casi no alcanzaba a esconderse, cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos: que si un lago cristalino ideal para la belleza; que si la sombra de un árbol, perfecta para la timidez; que si el vuelo de una mariposa, lo mejor para la voluptuosidad; que si una ráfaga de viento, lo mejor para la libertad... Así que terminó por ocultarse en un rayo de sol. El egoísmo, en cambio, encontró un sitio muy bueno desde el principio: ventilado, cómodo, pero eso sí, sólo para él. La mentira se escondió en el fondo de los océanos... ¡mentira!. En realidad se escondió detrás del arco iris, la pasión y el deseo en el centro de los volcanes; el olvido...el olvido se me olvidó donde se escondió, pero eso no es lo importante; cuando la locura contaba 999.999 el amor no había encontrado todavía sitio para esconderse pues todo se encontraba ocupado, hasta que divisó un rosal y enternecido decidió esconderse entre sus flores...
“Un millón”- contó la locura- y comenzó a buscar. La primera en aparecer fue la pereza, solo a tres pasos de la piedra; después escuchó a la fe discutiendo con Dios en el cielo sobre zoología, y a la pasión y al deseo los sintió en el vibrar de los volcanes... En un descuido encontró a la envidia y claro, pudo deducir donde estaba el triunfo; al egoísmo no tuvo ni que buscarlo, él solito salió disparado de su escondite que había resultado ser un nido de avispas... De tanto caminar sintió sed y al acercarse al lago descubrió la belleza; y con la duda resultó más fácil todavía pues la encontró sentada sobre una cerca sin decidir aún de qué lado esconderse. Así fu hallando a todos: el talento entre la hierba fresca, la angustia en una oscura cueva, la mentira, detrás del arco iris... y hasta al olvido que ya se había olvidado que estaba jugando al escondite; per sólo el amor no aparecía por ningún sitio. La locura buscó detrás de cada árbol, bajo cada arroyo del planeta, en la cima de las montañas, y cuando estaba a punto de darse por vencida divisó un rosal. Tomó una horquilla y comenzó a mover las ramas, cuando de pronto un doloroso grito se escuchó: las espinas habían herido en los ojos al amor, la locura no sabía qué hacer para disculparse: lloró, rogó, imploró, pidió perdón y hasta prometió ser su lazarillo.
Desde entonces, desde que por primera vez se jugó al escondite en la tierra, el amor es ciego y la locura lo acompaña.
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