Un joven africano, que va cargado de collares, pulseras, objetos de artesanía...
Enseguida, me brota, no lo puedo evitar.
Le paro y comienzo a hablar con él, mientras él en lo suyo, insiste en venderme y me ofrece toda la mercancía que lleva, esperando mi regateo.
Yo directa a lo que me interesa... empiezo las preguntas.
¿Cómo te llamas? Con una sonrisa enorme y enseñando sus blancos dientes me dice Fabián.
¿Cuántos años tienes? Enseguida responde 34... Ante mi sorpresa, por su cara de niño, le digo rápida. No te lo crees ni tú... Descubro al mirarle unos ojos brillantes, y una frente y ceja atravesada por cicatrices. Me dice tengo diecisiete.
¿De dónde eres? ¿Cuanto tiempo llevas en España? a lo que se va sucediendo el diálogo y el ENCUENTRO, él también me pregunta por mi nombre, y me dice "tú buena, Eva buena gracias" y se lleva la mano al corazón en gesto de bendición y agradecimiento.
Al final, descubro que es un chaval, que llegó como tantos otros en malas condiciones, y malvive en Legazpi junto con su hermano, callejea con la venta ambulante...
Me insiste en la venta, y yo no accedo. Pero si le doy los dos únicos euros que llevo en el bolsillo.
Sonríe, agradece... y saca de un saquito dos elefantes pequeños de color rojo y me da uno a mí y otro a mi amiga.
Le agradecemos y sonreimos...
Le pido permiso, y pongo mi mano sobre su cabeza a modo de bendición...
Él la recibe y sonrie
Nos despedimos... Y al igual que el Eunuco de Felipe, (Hechos 8:26-39) ambos seguimos contentos nuestro camino, en direcciones opuestas, pero con el corazón alegre por habernos encontrado.
Recién llego a casa, dan noticias duras de un altercado en el metro, a causa del cual un joven policía ha muerto. Su agresor tiene la misma edad.
Rezo, lloro, me siento impotente... Reclamo justicia, y no condeno...
Tengo la esperanza de haberme encontrado con Fabián.