Esta mañana he tenido un encuentro de lo más grato con una compañera del cole. De esos que te esponjan y te hacen bien, y tienes la sensación de haber crecido un poco...
Simplemente compartíamos nuestras experiencias con los alumnos, con el claustro... descubriendo y compartiendo los brotes de vida que se ven en el día a día, y por los que merece la pena seguir cada día, en esta labor ardua que es la EDUCACIÓN, en la que cada día hay que llenarse de ilusión, de ganas, de esfuerzo, para SACAR LO MEJOR DE CADA UNO DE NUESTROS ALUMNOS. "SACAR SU MEJOR TÚ".
Pero también compartíamos, cómo a veces, nos cuesta acoger en lo cotidiano de nuestra vida el disfrutar de lo poco, lo sencillo, lo pequeño... ; darnos espacios y tiempos donde "no hagamos nada". Nada que pudiéramos decir "productivo"..., siempre tenemos qué preparar, qué corregir, qué leer... qué...., podríamos añadir de todo...
Necesitamos tiempos, espacios, silencios..., para habitarlos y habitarnos de sentido, de tomar conciencia de cómo estamos, por dónde vamos... , para dar gracias, pedir perdón...
Tiempos de disfrutar: de un café, de una buena canción, de sentarnos en un banco y ver pasar a la gente, de leer el periódico, sin más en un bar..., de pararnos un rato con alguien, sin controlar el tiempo...
Por eso necesitamos soltar lastre, quitar rémoras, expulsar fantasmas y miedos que nos acechan con la responsabilidad, lo "correcto", lo que corresponde, lo que toca, el deber....
Tenemos que APRENDER A CULTIVARNOS, A CUIDARNOS, A QUITARNOS LA VIDA TÓXICA QUE A VECES NOS ENVUELVE... Tenemos tanto que desaprender para aprender a vivir.
Concluyo con un microcuento:
"Se quitó el miedo.
Y se vistió de confianza".