Nuevamente anhelo conversar contigo.
Así, simplemente...
sin decirte palabras.
Con la sencillez que no esconde
los sentimientos del alma.
Te diré, casi quedo,
con mi limpia mirada:
"gracias, Muchas Gracias,
por la amistad que me ofreces,
Por esa presencia tuya
tan libre, tan hermana.
¿Sabes? Desde hace tiempo
siento que esa amistad tuya,
tan diáfana, tan noble,
ha sembrado en mi ser
el sentido de la Fiesta
que me preludia el gozo
de la amistad eterna.
Junto a tí, voy poco a poco,
penetrando el misterio del corazón humano.
Esa hondura abismal,
que me habla de infinito
y de ansias de volar.
y de nostalgias secretas,
que revelan el hambre de un
amor para siempre...
De un amor que trascienda
las limitaciones de la muerte.
Y así, en tu silencio austero
de tu vida cotidiana,
me vas dando el consuelo
de tu amistad callada.
Que no murmura de mí,
ni se escandaliza de mis fallos.
Que me dice la verdad, de frente,
con esa nobleza humana,
que no hiere, ni humilla,
y que no se parece en nada
a la de aquellos hipócritas
que siempre buscan las sombras
para tirar por la espalda...
Amistad, dulce amistad,
que a todos ama y abraza.
Que no me ahoga, ni amarra,
que exige de mí el esfuerzo,
la lucha y la constancia.
El explorar en mi mismo
la vida que llevo dentro,
por un Don, por pura gracia.
¡Qué cerca te siento hoy!
en mi alegría en mis lágrimas.
En este cansancio mío,
que a veces, le quita el brillo
a mis ojos, y a mi alma...
Te siento, tan igual
en lo humano, en lo divino.
en lo humano, en lo divino.
Que sabes como nadie del frío,
del otoño...
del otoño...
Cuando se hace el camino.
Y así, tan semejante a mi,
me has tendido tu mano
para enseñarme el retorno
a la esperanza, perdida,
a la ilusión de vivir,
a la Fiesta de la vida
que nos hermana y nos une,
en el perdón, y el amor,
en la sonrisa sincera
que se nos da sin mentira,
cuando se es noble.
Gracias, muchas gracias,
por la amistad, que tu ofreces,
cual aroma en primavera.
Gracias, por tu amistad
tan sincera....