Tengo la suerte de vivir en Pamplona, en esta tierra Navarra, TIERRA SANTA... Tierra forjadora de santos y evangelizadores universales. Cuna de San Francisco Javier y de Santa Vicenta María.
Pamplona amurallada: pasear entre las ruinas de sus murallas, ayuda a la composición de lugar, para recorrer y descubrir la presencia de otro Santo... el soldado batallador Íñigo de Loyola, herido en la fortaleza de Pamplona, llevado a la casa natal de Loyola: se transformará por Gracia de Dios en Ignacio de Loyola.
No puedo negarlo, ¡me gusta la historia, la literatura... y las biografías! siempre me han ayudado en mi camino espiritual.
Cuando llega alguna visita a nuestra casa de Pamplona, siempre le hago el "recorrido ignaciano"... las murallas, el lugar señalado donde dice que cayó herido Ignacio, un 20 de mayo de 1521.
Esta mañana enseñando la ruta ignaciana, un día más entramos en la Capilla del s. XVII de la calle san Ignacio de Pamplona.
Capilla barroca, en honor a San Ignacio, destinada a la adoración perpetua. Y allí una vez, más... solo agradecida y sorprendida como tantas veces... gente rezando, actitudes orantes, silencio, la CUSTODIA PRESIDIENDO EL ALTAR, bajo la imagen de Ignacio... Y en el primer banco, una vez más llama mi atención un joven. No tiene más de 23 años..., y ahí... arrodillando ante la EUCARISTÍA, para mí es ORACIÓN..., (otro de mis "defectos", "manías" o "costumbres"... es contemplar a otros rezar....).
Me ayuda, ver sus gestos..., orar con "su oración", presentar su oración ante Él: recrear sus historias, sus peticiones...
Y allí cinco o diez minutos que haya durado mi oración, la vista se me va de la Custodia al joven... y me hace exclamar una acción de gracias por la admiración que me causa su recogimiento, su actitud orante... y me hace pedirle al Señor por él en silencio..., sin que llegue nunca a saberlo...
Quizá él también ore, por cada uno que compartimos este tiempo "eterno" de espacio y silencio compartido en cinco minutos.