POEMA LXXXI -Dulce María Loynaz-
El Señor me ha hospedado en este mundo, hecho por sus propias manos. Ha puesto un fino aire transparente para que yo pueda respirarlo y ver al mismo tiempo a través de él los hermosos paisajes, los trostros amados, el cielo azul. El Señor ha puesto el sol que alumbre mis pasos en el día, y la luz mitigada de las estrellas que vela mi sueño por las noches. Ha sujetado el mar a mis pies con una cinta de arena y la montaña con una raíz de flor. El Señor ha soltado, en cambio, los ríos y los pájaros que refrescan y alegran el mundo que me ha dado, y ha hecho crecer también la blanda hierba, los flexibles arbustos, los buenos árboles, prendiéndoles collares de rocío, racimo de frutas, manojos de flores, para regalo de mis labios y mis ojos. Todo esto ha hecho el Señor. Y, sin embargo yo, como huésped rústico, me muevo con torpeza y con desgano, sigo extrañando vagamente otras cosas.. No sé qué intimidad, qué vieja casa mía...
Rincón para el ENCUENTRO, a través de la escritura, la reflexión y el Evangelio. (Jn.21,25)
No hay comentarios :
Publicar un comentario