Sigo haciendo confesión de vida, aquí entre palabras, y pensamientos...
No puedo citar el autor de esta foto, que me ha parecido TODA UNA PARÁBOLA, (desde aquí agradezco, la he tomado de internet).
El mundo en mis manos: Asi me siento, desde hace un tiempo. Agradecida a tanto bien recibido, que nos hace mencionar Ignacio en la experiencia de Ejercicios.
¿Por qué, si nada ha cambiado en un año, en unos meses, o en unos días, en la rutina diaria de mi vida...?
Por que de algún modo cada día es igual, pero a la vez es distinto... Poco a poco voy experimentando en mis relaciones, en mi trabajo diario entre mis alumnos y compañeros de la escuela, en mi comunidad, en los acontecimientos sociales...
Que tengo tanto que agradecer y tanto que seguir "remangándome" para seguir construyendo un mundo diferente, la parcelita que me ha correspondido y se me ha confiado.
Dicen nuestras constituciones, en los documentos originarios:
"Procurar con todo el empeño posible la santificación y perfección propias y con el mismo, la santificación y provecho de las jóvenes dedicadas al servicio doméstico a Mayor Gloria de Dios".
Tremendo esto, de la santidad (parecen términos obsoletos, y de otra época...), pero me cuestiona qué es eso de ser SANTO hoy, cómo hacer reflejo con nuestra vida de la EXPERIENCIA Y DE LA VIDA DE DIOS EN NOSOTRAS, y más aún, como puedo llegar a poder transmitir esta experiencia de AMOR a mis alumnos, a la gente que me rodea, que comparte mi vida, el día a día....
Bueno, pues así me siento con todo un mundo, en mis manos. El mundo que Dios me ha ofrecido en la Creación, en las personas, en los acontecimientos, en mi historia personal (aunque a veces duela...), en la historia de los otros... En el devenir diario, Dios sigue aconteciendo.
Y de pronto, como "brisa suave" un día surge la chispa, y te hace decir: ¡Es el Señor!
Y de pronto, como "brisa suave" un día surge la chispa, y te hace decir: ¡Es el Señor!
Y hoy la chispa surgió de una conversación con una hna de comunidad, a sus 90 años, la sabiduría y la experiencia del AMOR de Dios desbordan su vida y la irradia. Su vida llena de sentido, de gozo, de paz, de alegría y agradecimiento, y de mucho humor. Es un agua fresca que anima y refresca la vida de cuantas convivimos con ella.
Una conversación, un encuentro con algún alumna, una sonrisa, una complicidad, una oración por alguien que te pide reces por ella, el recuerdo agradecido de alguna fecha, el cariño de alguien en un gesto sencillo.... la palabra, el silencio, una poesía o una canción...la Eucaristía.
Todo esto, y nada más que esto me han hecho ser consciente
de tanto que tengo que agradecer...
de tanto que tengo que agradecer...
EL TESORO EN VASIJA DE BARRO
QUE CADA DÍA SE PONE EN MIS MANOS.
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